viernes, 7 de septiembre de 2018

SEXO Y SOCIEDAD: LA PRISIÓN DEL DESEO


Somos el único ser vivo sobre la tierra que no va desnudo. Y somos el único que se avergüenza de su sexualidad. 

Si, más del 90% de los seres adultos de este planeta tienen o han tenidos relaciones sexuales con otros y más del 95% se masturba. Sin embargo, hablar abiertamente de ello sigue siendo tabú. Todo lo que tenga que ver con el sexo se mantiene en el ámbito de la intimidad y se evita reconocer la necesidad sexual para no parecer un salido/a. Muchas de las frustraciones humanas tienen una base sexual. Esa obligación autoimpuesta de acallar nuestros instintos, nos pasa una factura, que no todo el mundo puede pagar.

Tú puedes ir en el tren viendo un video gracioso y reírte sin sentir que ofendes a nadie. Puedes ir mirando por la ventana mientras de acaricias el lóbulo de la oreja, sin que tus compañeros de viaje se levanten asqueados. Pero no puedes ir masturbándote y gimiendo…¡imagínate! 

Sin embargo, esa persona no estaría físicamente molestando a nadie. Estaría acariciándose (como el del lóbulo de la oreja) y haría ruido (como el que se ríe) pero estaría haciendo algo que hacemos casi todos y eso, ilógicamente, nos ofende.

Aunque la función sexual sea sana y placentera, el que la sociedad viviera el sexo sin tapujos lleva implícito un miedo latente: Una “animalización” de la sociedad. Que la gente se abandone completamente a sus instintos y la libertad se convierta en libertinaje y desemboque en una orgía de violencia, sangre y falta de compromiso. Que la sociedad que conocemos ahora se desmorone, como un castillo de naipes, y volvamos a ser, simplemente, animales.

Quizás tengan razón. Tan solo quiero recordar que, el resto de las especies viven la sexualidad sin tapujos y, sin embargo, conviven con una serie de normas y dentro de unas estructuras sociales de respeto y coexistencia. Y no están todo el día follando. 

A lo mejor somos peor que los animales. Y viendo lo que somos capaces de hacer amparados por una guerra, no me extraña.

En mi humilde opinión, siendo sexualmente libres, sin sentimiento de culpa, sin monogamia y sin vergüenza, seríamos mucho más felices. 

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