martes, 11 de septiembre de 2018

EL DÍA QUE MURIÓ LA IMAGINACIÓN


La Imaginación lleva siendo uno de los motores de la evolución humana desde el principio de los tiempos. Es el germen de la creatividad y la llama de la expresión artística.

Pues parece que cada vez estamos mas cerca de acabar con ella. La imaginación es como un músculo que hay que trabajar y que requiere esfuerzo. 

Ya los niños apenas juegan con su imaginación. Recuerdo, en mi infancia, aquellas batallas míticas que libraban mis muñecos de He-Man, en galaxias lejanas, para ser Masters del Universo. O aquellas partidas en mi Spectrum, en las que mi imaginación rellenaba los huecos que dejaban unos gráficos simplistas, una música machacona y unos argumentos inexistentes. Y qué decir de las mil y una aventuras con mis amigos en el parque, llenas de invasiones alienígenas, robos a bancos, soldados de fortuna y deportistas de élite.

Casi todo eso se ha perdido. 

Ya los niños, desde muy pequeños, se pasan el día delante de una pantalla. Ya sea la tele, la tablet, el móvil o el ordenador. Entretenimientos que no demandan esfuerzo. Ya no quieren juguetes. Y cuando los piden, porque les parecen bonitos en la tele, no juegan con ellos. Hay que sacar el juguete, montarlo en algunos casos y usar la imaginación para crear la atmósfera adecuada. Un videojuego no hay que sacarlo, ni recogerlo. Es solo pulsar un icono y él ya se encarga de todo. En cuanto jugar en la calle con otros niños, es algo que aún existe en los pueblos, pero que, en las grandes ciudades, casi ha desaparecido.

Y fruto de ello tendremos una generación sin imaginación, sin creatividad, sin sentido crítico y que huyen del esfuerzo. Gente fácil de manipular y de controlar. 

Michael Ende en su “Historia Interminable” nos presentaba un país de fantasía devorado por una “nada” fruto una realidad cargada de rutina, que hacía que los niños dejasen de imaginar. 

Pues fantasía está muriendo ahora mismo y cada vez habrá menos niños preparados para salvarla.

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