Que valioso es cada segundo, cada día, cada momento.
No le damos la suficiente importancia al paso del tiempo, a que somos mortales. A que cada día es un regalo irrepetible.
Nos pasamos la vida ofuscados por los problemas. Grandes, pequeños, estúpidos, importantes…mirando constantemente hacia nuestro interior y olvidándonos de la vida que pasa ante nuestros ojos.
Nos sentimos encerrados en una habitación hecha de miedos, complejos y preocupaciones, mirando siempre hacia el futuro y olvidándonos del presente. Ese presente que, al segundo, se ha convertido en pasado.
Mientras LA VIDA, en mayúsculas, se escapa entre nuestros dedos. La búsqueda de la felicidad se traba en una maraña de conformismo y miedo.
Siempre tendremos problemas. Forman parte de la vida. Pero una cosa es enfrentarse y ganar o perder y otra es vivir en ellos para siempre, por miedo a plantarles cara.
El tiempo es como la batería de un móvil. Solo que en este móvil, que es la vida, no sabemos cuanta carga nos queda y, aun así, la desperdiciamos en estupideces, sin saber cuándo se apagará la pantalla.
Familia, amigos, trabajo…todo puede cambiarse. Siempre se puede empezar de cero y es mejor eso que seguir perdiendo el tiempo.
Tiempo que no vuelve.
Tiempo que podría acabar mañana.
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