miércoles, 15 de marzo de 2017

ALGUIEN EN QUIEN CONFIAR


Cada vez es más difícil encontrar a alguien con quien poder desahogarte. Una persona a la que puedas contarle todos tus problemas de verdad y que pueda aconsejarte. En el mundo actual, donde la desconfianza es la bandera del ciudadano en las grandes urbes, se hace difícil abrirte a los demás.

Ya no conocemos a los vecinos, y los amigos van difuminándose con los años. Mostrarte vulnerable e imperfecto delante de alguien es algo que requiere mucho valor y una gran confianza.

Antiguamente las iglesias cumplían esa función de desahogo. Al cura podías contarle lo que sea y el secreto de confesión te amparaba. Tú podías verbalizar tus miedos, tus manías y tus problemas y salías de allí como si te quitaran un peso de encima.

Ahora hay poca gente que tenga una amistad tan estrecha, como para hablar con la sinceridad necesaria. También las redes sociales te obligan a ser más celoso de tu intimidad y de fortalecer tu yo público, tu imagen, que en muchos casos, dista mucho de tu yo real.

Que no podamos tener desahogo es más importante de lo que en principio parece. Las soluciones que tenemos en las grandes ciudades son dos: Acudir a un terapeuta o hincharte a pastillas “de la felicidad”. El cine nos ha mostrado que en EEUU es muy común pagar a un psiquiatra para que escuche tus penas y tus problemas. Nosotros parece que hemos elegido la segunda opción, porque cada vez se incrementan más las ventas de antidepresivos y ansiolíticos.

Tenemos que volver a confiar más en los demás. Hay que intentar ver nuestros problemas desde otras miradas, desde otros puntos de vista. Como ya he dicho en multitud de ocasiones, el mundo depende mucho de la forma en que lo mires. La perspectiva es muy importante. Deja que los demás enriquezcan la tuya.

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