Hoy me voy a permitir saltarme la norma de las 150 palabras para contaros lo que me ha ocurrido este fin de semana.
El sábado por la mañana me desperté con una sorprendente noticia, mi blog había sido anulado por Google por SPAM. Para los que no sepáis lo que es, os dejo la definición:
“Se llama spam o correo basura a los mensajes no solicitados, no deseados o de remitente desconocido y que son sumamente molestos.”
Si alguien intentaba acceder (no creo, porque casi nadie me lee) se le notificaba que mi blog había sido eliminado.
Lo más fuerte es que ni siquiera yo podía acceder. Todo mi trabajo, mis reflexiones que, buenas o malas son mías, estuvieron secuestradas por GOOGLE.
Y todo, ¿por qué? Porque un robot, si un robot, decidió que mi blog era correo basura y me lo bloqueó. Nadie te pregunta, ni te avisa. Simplemente desapareces y, luego tienes que recurrir y mendigar que te devuelvan lo que es tuyo.
Entiendo que la plataforma es suya y ellos deciden si puedo usar su medio. Pero mi trabajo es mío y no tienen derecho a prohibirme el acceso al mismo.
No quiero ni pensar si esto le ocurre a personas que viven de su blog. No es solo perder tu trabajo, es la perdida de visitas y de lectores, que cuando vean tu blog “eliminado” no vuelvan a intentar entrar.
En fin, hoy he hecho una copia de mis artículos y, en cuanto pueda, me mudo de plataforma.
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